El Templo, consagrado a la Inmaculada Concepción comenzó a edificarse en el año 1.865 bajo el impulso del presbítero Francisco Antonio Isaza. El frontispicio del templo constituye uno de los más bellos conjuntos arquitectónicos de estilo Románico. Compuesto por cuatro cuerpos, en los cuales se destaca la elegancia y la sobriedad, termina en una torre que emula la del templo de Salomón. Su interior es un amplio espacio desprovisto de columnas elegantemente decorado en madera tallada, ricos y vistosos vitrales, un coro acompañada por un organo tubular, una pila Bautismal, un Púlpito y un buen número de confesionarios. Las campanas fueron construidas con monedas de oro, joyas, metales y el reloj fue traído por el Sacerdote José Joaquín Barco dando inmensa alegría a la población para de esta manera dar por terminado dicho Templo, el que hoy en día es un honor para la ciudad de Salamina. Terminado a finales del siglo XIX por el arquitecto inglés William Martín; su gestor fue el Pbro. Juan María Valencia. La fachada principal posee un fuerte acento renacentista a raíz de los elementos de influencia griega y románica. Su espacio interior está constituido por tres naves adornadas con imaginería representativa y retablos finamente tallados.